Relato: Memorias de una primera dama mexicana



Por Patricia Castelán.

Siempre había soñado con encontrar a un caballero que fuera lo suficiente fuerte para sostenerme. A los 12 años llegué a Estados Unidos, ahí conocí a muchos hombres, hijos de familias nobles, pero ninguno había logrado robarme un suspiro. Mis hermanas Sofía y María Luisa me reclamaban por desairar a muchos jóvenes, pero los buenos mozos no despertaban mi interés, no me preocupaba porque sabía que si no encontraba al indicado mi padre lo conseguiría. 

Nadie me dijo que mi vida cambiaría a la edad de 17 años. 

En 1881 asistimos a un evento en la embajada de Estados Unidos, no veía nada que no conociera, altos funcionarios y personas de alta sociedad. Mi padre se acercó a saludar a un hombre moreno, con cabello que empezaba a pintarse de canas y un espeso bigote, era el expresidente y general Porfirio Díaz, un militar originario de Oaxaca, famoso en México por su destacada participación en la defensa de la Segunda Intervención Francesa en nuestro país y que estuvo involucrado en el derrocamiento y exilio del presidente Lerdo de Tejada, y el nuestro. 

En el momento en que cruzamos miradas sentí algo en mi interior, sus ojos oscuros tenían una penetrante mirada y su porte sobresalía en toda la sala, eran las sensaciones que siempre había soñado. Durante la conversación con mi padre se comentó mi habilidad con los idiomas, un dato muy oportuno ya que el general Díaz me pidió instruirlo en el inglés y francés, petición que acepté inmediatamente.

 Esperaba la primera sesión para volver a verlo, me sorprendió que cruzara la puerta de mi casa con un ramo de flores, pensé que era cortesía del primer día, pero durante las siguientes clases él me deslizaba cartas de amor, una de ellas y la que marcaría nuestro amor tenía el siguiente verso “debo confesarle a usted que la amo, no espero reciprocidad en virtud de la diferencia de edades”. 

Después de un tiempo me propuso matrimonio, petición que ya esperaba mi familia y la alta sociedad. Acepté, sin importar que mis hermanas no estuvieran de acuerdo con mi elección y que los demás sospecharan que esta era una estrategia política, aunque mi padre me convenció para tomarlo como esposo, realmente estaba enamorada de ese hombre de múltiples batallas, ese hombre que me había pedido ser su reina. 

El 5 de noviembre de 1881 fue la gran boda, con un vestido de novia traído de París y un collar de perlas que me regaló Porfirio me presenté a la boda civil. Mi general se encontraba esperándome, era afortunada porque su primera esposa se tuvo que casar sin novio, Porfirio Díaz se encontraba en Puebla y no pudo asistir a su propia boda. Todos comentaban este evento, ya que el presidente de México Manuel González fue el testigo del novio. 

Mis primeros meses de casada fueron de ensueño, la casa 8 en la 3º calle de Cadena rápidamente se convirtió en mi hogar, sus hijos me respetaron desde el primer día que los conocí y no cambiaron su actitud cuando tomé el lugar de la señora de la casa. A pesar de la corta diferencia de edad con su hija mayor Amanda, pude crear una cercana relación con ella, Porfirio hijo y Luz Aurora eran muy pequeños por lo que los acogí como si fueran mis propios hijos. 

Aunque mi esposo fuera una figura paterna para mí por la diferencia de edades, no impidió que mi forma de vida influyera en él, le enseñé los protocolos de alta sociedad, como la manera de moverse y expresarse, el vocabulario adecuado para cada situación. Sabía que en verdad quería mis consejos cuando aceptó que le aplicara polvo de arroz en el rostro para disimular su color oscuro de piel.

Mi esposo se integraba a la aristocracia, ya no era el mismo general mujeriego. El único problema que teníamos era que me gustaba bailar vals, pero él prefería el danzón. 

La tranquilidad en mi matrimonio no duraría, escuchar que mi esposo quería regresar a la presidencia me aterró, la vida a la que apenas me acostumbraba volvería a cambiar, además de que cargaría con el peso de ser la primera dama de México. 

Para el 1º de diciembre de 1884 Porfirio Díaz se convertiría nuevamente en presidente de la república. Este cargo provocaría que el caudillo dejara de ser Porfirio para convertirse en Don Porfirio.

A pesar de mis miedos anteriores me di cuenta de que mi cuento de hadas comenzaba. 

Mi general me consentía, a pesar de que sus más allegados se negaban, el permitía que año con año hiciera un bazar inmenso en la alameda de la ciudad para recabar fondos para los niños pobres. Una vez se me ocurrió vestir a los pordioseros con uniforme durante las fiestas del Centenario de la Independencia para no dar mal aspecto frente a los visitantes. 

Llegaba a las ceremonias con vestidos impresionantes, ponía la primera piedra y acudía a eventos culturales y religiosos. Además, mi devoción católica ayudó a limar las asperezas entre mi general liberal y la Iglesia. La prensa me trataba como la dignísima esposa del señor presidente de la república.

Durante todo el mandato nos creíamos los grandes padres de la nación, pensábamos que la felicidad duraría para siempre, pero el enojo de un grupo hacia su mandato fue creciendo día con día hasta llegar al inicio de la revolución. 

Sabía que mi esposo estaba preocupado, pero no lo demostraba. Quería apoyarlo, ocultando mi miedo, le acompañé en esa horrible fecha, el 20 de noviembre de 1910, al restaurante jardín solo para demostrar que no había peligro en el país, fingiendo que lo ocurrido en la ciudad de Puebla no significaba nada. 

Lamentablemente seríamos los perdedores en esta batalla, teníamos que salir de nuestro hogar. El 25 de mayo de 1911 mi general presentaría su renuncia al cargo. 

En Veracruz estaba anclado el barco Ypiranga, listo para llevarnos al viejo continente. El 31 de mayo de 1911, seis meses después de haberse iniciado el movimiento armado partimos al exilio. Nunca podré olvidar ese momento, ahí estaba el llanto y pañuelos de miles y miles de partidarios de mi general Díaz, con el canto de las golondrinas dejamos a nuestro pueblo, nos despedimos de la tierra que nos vio nacer. Mi esposo diría las siguientes palabras que me partieron el alma: 

Veracruzanos: Al abandonar este rincón querido del suelo mexicano, llevo la inmensa satisfacción de haber recibido hospitalidad en este noble pueblo y esto me satisface doblemente porque he sido su representante en el Congreso de la Unión. Al retirarme guardo este recuerdo en lo más íntimo de mi corazón y no se apartará de él mientras yo viva. 

Nuestra primera parada fue España, después sería París, ahí nos instalamos en una pequeña casa. Aunque tuvimos muchos viajes donde conocimos lugares maravillosos como Egipto, el cambio de vida no le favoreció a mi esposo, tres años lo habían envejecido más que todo su mandato, tendría la mala fortuna de quedar sordo. 

El 2 de julio de 1915, a los 85 años el amor de mi vida me dejaría. Cuando le cerré los ojos y le besé por última vez, creí que moriría con él. No lloré porque sabía que ya lo había perdido desde hace tiempo, abandonar su tierra lo había matado y quien vivía conmigo en esa fría casa de París era otra persona. 

Junto a Porfirio hijo, arreglamos todo para enterrarlo en el Cementerio de Montparnasse. Había decidido quedarme en París, pero en 1931 decidí regresar a mi querido México. Llegué al puerto de Veracruz, no pude contener mis lagrimas al observar que algunos sobrevivientes que habían dado despedida al Ypiranga me recibieron. No esperaba despertar el interés de la prensa, muchos medios me buscaban para entrevistarme, multitudes querían visitarme. 

Me refugié en una pequeña casa de la colonia Roma. Mi tiempo se agota, cada día es un regalo. Mi conciencia está en paz, pero mi corazón sufre una pena inmensa, sé que moriré en territorio mexicano pero lo que quede de mí no podrá descansar junto a los restos de mi amado Porfirio. Mi general tuvo el peor castigo, morir en tierra ajena. 

Mi nombre es Carmen Romero Rubio de Díaz, y esta fue mi historia. 

¿Quién es Carmen Romero Rubio?

Cómic: Memorias de una primera dama mexicana

Comunidad Primera Dama

Referencias para datos históricos 

-Museo Legislativo. (2019). 31 de mayo. Díaz parte al exilio desde el Puerto de Veracruz. http://museolegislativo.diputados.gob.mx/?p=2105#:~:text=Finalmente%2C%20el%2031%20de%2 0mayo,abordar%20el%20vapor%20alem%C3%A1n%20Ypiranga. 

-Leyenda Urbana. (s.f.). Carmen Romero Rubio la mujer detrás de Don Porfirio. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=_CuiJorLSZw 

-Secretaría de la Defensa Nacional. (2015). El Porfiriato. Gobierno de México: https://www.gob.mx/sedena/documentos/el-porfiriato 

-WikiMéxico. (s.f.). Carmelita: la mujer detrás de Díaz. Fundación Carlos Slim: http://www.wikimexico.com/articulo/carmen-romero-rubio 

-WikiMéxico. (s.f.). La casa de cadena. Fundación Carlos Slim: http://www.wikimexico.com/articulo/la-casa-de- cadena#:~:text=Cuando%20asumi%C3%B3%20por%20vez%20primera,8%20de%20abril%20de% 201880 

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